Cambia la forma en la que te duchas, por tu salud y la del planeta

Tu piel puede verse dañada por la forma en la que te duchas. Apenas son cinco minutos al día, pero podrías sacarle más partido a la ducha y favorecer un ahorro para ti y el medio ambiente.

Por Cristina Soria

Probablemente te duches de la misma forma desde hace años. Hay pocas acciones que sean tan sumamente automáticas y casi inconscientes como el ritual de la ducha. Es probable que todos los actos y gestos que haces al ducharte sean exactamente iguales, día tras día: cómo pones el suelo la alfombrilla, qué pie posas primero sobre la ducha o la bañera, cuánto tiempo pasa entre que abres el agua, tanteas su temperatura y finalmente te pones debajo del chorro, etc. Pues bien ¿y si todo esto fuera mejorable? ¿Te has parado a pensar en cómo podrías optimizar esta tarea, ahorrar, beneficiar al medio ambiente, y conseguir que este acto sea más saludable para ti?

La antropológa británica Leslie Turnbill ha desarrollado una guía para mejorar nuestra ducha e intentar convertirla en un tiempo mejor aprovechado y más respetuoso con el medio ambiente. Te presentamos a continuación algunas de sus conclusiones.

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Piensa en sí realmente es necesario ducharte todos los días

Esta pregunta puede ser considerada casi un tabú en nuestra sociedad. Se supone que todos nos duchamos todos los días porque es lo más higiénico. Pero según Tunrbill, este hecho puede reconsiderarse. Tan solo piensa en ello y en tu ritmo de vida. En las épocas del año más calurosas probablemente no exista excepción, y todos debemos ducharnos todos los días, pero en invierno, si no desarrollas un trabajo físico, si tal vez trabajas desde casa y no has hecho deporte durante todo el día. ¿Crees de veras que necesitas una ducha todos los días? 

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Probablemente existan épocas del año en las que la ducha es más placentera que útil. Por ejemplo, en invierno a veces apetece una ducha de agua caliente. Pero, según Turnbill, si evitamos los días en los que no hemos sudado, probablemente todos estemos ahorrando un tercio de nuestras duchas anuales. Lo cual, multiplicado 120 días por los 40 litros de agua que se utilizan en una ducha normal de cinco minutos, serían alrededor de 4.800 litros anuales que podemos ahorrar. Ahora multiplícalo por todos las personas que viven en tu casa, y por tus vecinos, tu barrio o tu ciudad. Esa es mucha agua.

Además, hace mucho que se demostró que el uso diario de geles de baño produce un efecto negativo en nuestra piel, porque el jabón no permite que segreguemos las sustancias naturales que preservan y protegen nuestra piel de infecciones. Cuando aplicamos gel a nuestra piel la dejamos indefensa y, según Turnbill, no permitimos que madure y se fortalezca para detener la invasión de agentes patógenos o incluso de los propios rayos del sol.

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La temperatura de tu ducha también puede ir en tu contra

Pero no solo el jabón de ducha hace que la piel se vea desprotegida de su proceso de maduración natural, también la temperatura a la que nos duchamos puede tener mucho que ver con que nuestra piel sea mucho más sensible que la de nuestros padres y abuelos. Lo cierto es que al ducharnos estamos procurando también encontrar un pequeño momento de relax y que la temperatura sea agradable y se acompase a la época del año. Aunque en invierno tengamos calefacción y en casa no suframos el frío, probablemente nos estaremos duchando con el agua caliente, porque es lo que nos pide el cerebro. Sin embargo, el agua demasiado caliente acaba también con las grasas naturales que el cuerpo segrega como barrera, protección y madurador de los poros. Al ducharnos con agua caliente estamos resecando la piel y haciéndola más vulnerable, con el consiguiente gasto que eso implica: cuanto más caliente esté el agua más energía hay que utilizar.

Un buen consejo es que al terminar utilices agua fría para aclararte. Esto probablemente haga que te apresures y no te ensimismes, pero además es muy beneficioso para la salud de tu piel porque el agua fría cierra los poros, estimula la circulación y sella la cutícula del cabello. Además, sea invierno o verano, saldrás de la ducha más despejada.

Vigila cuándo el agua es innecesaria

Aunque es muy cómodo entrar en la ducha y no cortar en ningún momento el agua, lo cierto es que podemos ahorrar muchos litros si tenemos en cuenta que el flujo de agua no es necesario en todo momento. Por ejemplo, si abres el agua mientras te desvistes (para que la temperatura se regule) estarás desperdiciando agua, porque lo más probable es que siempre tardes más en entrar en la ducha de lo que imaginas, y cada minuto sin utilizar son 10 litros malgastados. Piensa que lo más eficiente es entrar en la ducha con el agua cortada y activarla dentro, puedes dedicar 30 segundos a graduar la temperatura y habrás conseguido un ahorro significativo para tu factura y para el planeta.

Mientras que te enjabonas no es necesario que el agua esté cayendo. Probablemente si no cortas el agua mientras te aplicas el gel es porque prefieres sentir la temperatura del agua cayendo en tu cuerpo. Pero, como hemos dicho antes, esto no es positivo para la salud de tu piel. Si cortas el agua mientras que te enjabonas le estarás dando una tregua y ahorrarás unos cuantos litros innecesarios. Lo ideal, en todo caso, es darte una ducha marinera, que consiste en darte un primer remojón de medio minuto, enjabonarte con el agua cortada, y aclararte en un minuto.

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