¿Por qué sentimos celos?

Los celos son una emoción inherente a cualquier ser humano, y es probable que todos en algún momento de nuestras vidas los hayamos experimentado. Sin embargo, el mito de que ‘quien no tiene celos, no ama’ no es cierto y puede hacernos mucho daño a nosotros y a nuestra relación de pareja.

por JULIA GIRÓN
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Los celos son una respuesta de tipo emocional (como la envidia o la tristeza) por el temor o el miedo a perder algo material, pero sobre todo relacional, siendo los más típicos lo celos afectivos hacia la pareja, aunque existen también los celos entre hermanos, padres o, incluso, entre compañeros de trabajo.

Al igual que otras emociones como el miedo, que nos ha mantenido a salvo desde una perspectiva evolutiva, también los celos pueden ser positivos y beneficiosos, siempre y cuando estos se presenten de forma normal y no patológica. Cuando esto ocurre,  implica cambios en la conducta que pueden desembocar en irritabilidad, alteraciones del humor, ira o distintos grados de violencia; síntomas todos ellos que deben tratarse en una consulta psicológica.   

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“El problema no son los celos, sino saber regular las emociones con inteligencia emocional. Una persona madura emocionalmente sabe qué le está pasando en cualquier momento y hace por solucionar las situaciones que le provocan determinado malestar. Una relación de pareja no puede basarse en la desconfianza y estar alimentada por celos continuos. Una desregulación en este sentido puede llevar a la persona que siente celos a pasar a un acto más conductual y generar situaciones verdaderamente dramáticas”, nos explica el psicólogo Ángel Fernández Sánchez, de Grupo Laberinto Psicoterapia para la Salud.

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“Sin embargo, los celos pueden ser útiles si le damos un sentido distinto. Así, una situación emocional puede estar poniéndonos en preaviso de que algo me está pasando (a mí, y no a la otra parte). Es un buen momento, si la situación es persistente, para revisarnos y ver qué nos está ocurriendo. Cómo podemos regular nuestras emociones, cómo podemos confiar y sentirnos más cómodos en la relación y en el mundo”.

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¿Dónde se originan los celos?

Para ello, el terapeuta insiste en la importancia de trabajar los afectos y nuestros estilos de apego como elementos claves a la hora de poder entender y manejar los celos. En este sentido, hay que entender que la naturaleza de los celos está relacionada con la forma en la que hemos sido educados emocionalmente en nuestra familia. “Las primeras relaciones con nuestros cuidadores son fundamentales para una auto-regulación emocional desde pequeños. Así, la sobreprotección o la falta de afecto pueden estar detrás de unos celos adultos”, añade.

  • La sobreprotección y sus efectos. Cuando el papá o la mamá están siempre junto al bebé, controlando su conducta, pero no le otorgan un espacio suficiente para crecer de manera adecuada, no le están dejando, por lo tanto, que explore. En estos casos, se transmite una sensación de que lo que hay fuera es peligroso y que sólo se logrará estar bien si el niño se mantiene cerca de sus progenitores. Cuando esto pasa como padres, no estamos siendo sensibles a sus necesidades y transferimos nuestro estado mental al suyo (en este caso, el miedo). Este niño crecerá con cierta desconfianza a todo aquel que no le trate así. Por tanto, en una relación de pareja, cuando la otra parte no atiende sus necesidades emocionales como este espera que sean (es decir, como le trataron sus progenitores), puede degenerar en una situación de desconfianza  al entender que no recibe el afecto que necesita. Este ejemplo es un escenario ideal para que surjan celos.
  • La falta de afecto. Se da, por el contrario, cuando los cuidadores no están atentos a las necesidades del hijo, no saben regular sus emociones o no las atienden de manera óptima. Si esto es así, se genera cierta inseguridad y desconfianza con respecto a su figura de cuidado. En este caso, las relaciones afectivas se generarán siempre desde esta desconfianza. El dar y recibir afecto siempre será puesto bajo sospecha.

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Según el terapeuta, hay algunos ‘ingredientes’ fundamentales que no pueden faltar si buscamos la ‘receta’ para una relación de pareja sana y duradera.

  • Son independientes. Para lograr una relación de pareja armoniosa, no es necesario hacerlo todo juntos. Es más, esta es una de las razones por las que, en ocasiones, las parejas rompen. Tener cada uno su espacio, su ocio y sus relaciones reforzará la pareja y el placer de estar juntos.
  • Se autorrealizan. Que una persona logre por sí misma sus objetivos y sus metas hace que esta se sienta feliz y plena, ya que no dependerá de nadie y su relación de pareja será mucho más sana.
  • Escuchan. Prestar atención a nuestra pareja es uno de los principales consejos para que esta funcione. Además, a través de la escucha, los problemas pueden verse desde otra perspectiva y encontrar antes su evolución.
  • Respetan. El respeto es, sin duda, la base de toda comunicación o vínculo social que pretenda ser positivo. Sentirse respetado por la pareja es vital para el buen funcionamiento de otros aspectos importantísimos como la tranquilidad, el sexo o la confianza.
  • Generan seguridad. La confianza… Cuánto cuesta ganarla y lo fácil que puede desaparecer… Desarrollar estabilidad y confianza es clave para que una pareja dure y sea feliz.

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“Por último, cabe recordar que si uno vive en una situación de celos constante donde prácticamente todos los días se repiten los mismos episodios, o si puntualmente cada vez que la pareja hace algo concreto despierta una situación insostenible de celos, es recomendable ponerse en manos de profesionales”, concluye Fernández.

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