Alcanza tu peso saludable de manera natural

Para lograr un peso equilibrado y un estilo de vida saludable no puedes vivir permanentemente a dieta. Las emociones también cuentan, y si no las trabajamos no saldremos del círculo ganar-perder peso.

Por Cristina Soria

Estela Nieto, psicóloga y creadora del programa I Love Me, tiene la convicción de que todos podemos tener un peso natural y saludable si escuchamos nuestras necesidades físicas y emocionales. Hablamos con ella para conocer mejor la relación que existe entre nuestra forma de comer y nuestras emociones, porque entender esta relación nos ayudará a sanar definitivamente nuestra alimentación.

¿Por qué es importante alcanzar un peso saludable?

Desde la medicina nos transmiten que tener obesidad y ciertos niveles de sobrepeso incrementa los riesgos de padecer algunas enfermedades. En este sentido, está claro que un peso saludable es un factor protector de la salud.

Pero no somos solo un cuerpo, también somos mente y emociones. Hay personas que tienen un peso saludable y no son felices ni se aceptan. Igualmente hay personas con sobrepeso que se sienten bien con su cuerpo. La importancia del peso es subjetiva. 

Solemos pensar que lograr un peso saludable es la panacea: “cuando adelgace seré más feliz, mi vida irá mejor…” Realmente conviene invertir el orden: ser felices primero.

Si ponemos nuestra felicidad en algo externo y cambiante como es el cuerpo, siempre estaremos aplazando la felicidad. Aceptar la posibilidad de ser felices aquí y ahora, ir a la playa o ponerte una camiseta que te encanta, aunque creas que no sea la que más oculta tus “defectos” corporales. El peso no nos condiciona, nos condiciona lo que pensamos al respecto.

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¿Por qué crees que fallan las dietas?

Las dietas de adelgazamiento suelen resultar eficaces sólo a corto plazo porque se quedan en una visión muy superficial. Funcionan mientras las sigues. 

El sobrepeso, a menudo, no es el problema de la persona, sino el síntoma visible del problema real: quizás sufra ansiedad, tenga una mala gestión de su tiempo o viva una situación de insatisfacción vital… hay mil razones posibles.

En psicología hablamos del efecto de la “manzana prohibida”: si te prohíben consumir ciertos alimentos, es probable que te apetezca más comerlos. Lo prohibido se hace más deseable. 

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Si unimos la ansiedad que nos genera la prohibición, con una dieta muy restrictiva, que no se ajusta a los ritmos o gustos de la persona, tenemos todas las posibilidades de entrar en un bucle dieta-atracón-más dieta.

Cuantos más alimentos eliminas de tu alimentación, más probable es que comas algo “prohibido”, que pienses que lo has tirado todo por la borda, y que ya que has metido la pata, la metes bien. Entonces puede llegar el atracón, seguido de un nuevo intento de retomar la dieta de manera más extrema aún. Un ciclo muy peligroso.

¿Cómo influye nuestro estado emocional en nuestro peso?

Emociones “mal digeridas” o atragantadas pueden ser desencadenantes y/o mantenedoras del sobrepeso. Sabemos que hay estados emocionales que estimulan el apetito y que nos cierran el estómago. Nuestro estado emocional nos puede llevar al sobrepeso si la comida es la única manera que utilizamos para gestionar la ansiedad, frustración, agresividad… Tenemos que saber de qué tenemos hambre realmente.
Nos podemos preguntar: ¿estoy gorda porque estoy triste o estoy triste porque estoy gorda? Los límites se diluyen muchas veces.

Entonces, ¿cómo podemos lograr ese peso saludable de manera natural? 

Un buen inicio para lograrlo es que la persona se vea a sí misma de manera global: no solo físicamente, también a nivel mental y emocional. No podemos obviar nuestras expectativas, miedos, deseos, creencias… todo ello tiene gran importancia en el proceso de pérdida de peso. Es evidente que muchas personas “saben” qué tienen que comer para adelgazar, pero viven una lucha interna constante cada vez que se sientan a la mesa.

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Del mismo modo que consumir alcohol puede desinhibirnos y hacernos más sociables en general, los alimentos nos generan distintos estados de ánimo. Por ejemplo, podemos desear comer algo dulce para relajarnos o premiarnos por un día duro, pero inmediatamente, tras comerlo, es probable que nos sintamos culpables o peor que al principio.

Podemos tener una energía mental y emocional más estable si damos prioridad a verduras, frutas, cereales integrales, legumbres…

Es aconsejable también observar cómo están las distintas áreas de tu vida: pareja, trabajo, ocio, economía… si en alguna nos sentimos atascados, debemos tenerlo en cuenta para que deje de tener un impacto negativo en nuestra ingesta, sobre todo si se trata de una ingesta emocional, es decir, si comemos para gestionar los problemas cotidianos.

¿Qué nos aconsejas para que podamos relacionarnos de manera saludable con la comida?

Sin lugar a dudas, huir del perfeccionismo. Cuando nos movemos desde el “debería” o “tendría que” siempre aparece la culpa. Me gusta decir que en cada momento hacemos las cosas lo mejor que podemos.

El uso que damos al lenguaje, tanto para referirnos a nosotras mismas de manera excesivamente crítica, como hacia la comida, es muy importante. Un consejo básico es dejar de etiquetar a los alimentos como buenos o malos, evitar referirse a ellos como “guarrerías”, “bombas calóricas”, etc., porque si se comen nos cargan de una culpabilidad que resulta inútil.