Planes ‘gastro’: siete restaurantes para disfrutar de una rica calçotada

Tiene forma de puerro pero su sabor es más parecido al de una cebolleta. Nos referimos a los 'calçots'; esa delicia típicamente catalana (ahora de plena temporada), convertida en el ingrediente ‘estrella’ de las tradicionales calçotadas. ¿En qué consisten estas comidas?, ¿Por qué se presentan como un ‘planazo’ para compartir con familia y amigos?, ¿en qué restaurantes reservar mesa?... Nuestra agenda con más sabor te ofrece algunas pistas. Atentos porque… ¡comienza el ritual!

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Se trata de uno de los platos más típicos de la gastronomía catalana, se come con las manos y aunque sea una cebolla, su sabor es dulce. Estamos hablando del calçot, una especie de puerro y cebolla tierna propio de la provincia de Tarragona, sobre todo de Valls. Fue allí donde, según cuenta la tradición, a un agricultor se le ocurrió asar sus calçots sobre unas brasas y, quedando una parte de las famosas cebollas tiernas muy cerca del fuego, se carbonizaron. En lugar de tirarlas, el agricultor les quitó la parte quemada y al pelarlas descubrió que, una vez asadas, resultaron ser un majar dulce y tierno. Seguramente Xat de Benaiges, que así se llamaba este agricultor de Valls, nunca supo que, además de una forma de comer sus calçots, estaba creando una tradición catalana por la que familias y cuadrillas de amigos le estarán eternamente agradecidas: las calçotadas. ¿Pero, en qué consisten?

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Las calçotadas son encuentros sociales, muy asentados en Cataluña, donde se asan los calçots a la brasa (preferiblemente con sarmientos) y, una vez asados, comienza el ritual: antes de servirlos se envuelven en papel de periódico para que no se enfríen y generalmente se colocan sobre una teja, tal y como manda la tradición. Los comensales se sientan a la mesa con un babero puesto y múltiples servilletas porque los calçots manchan, ¡y mucho!. Se pelan y se comen con las manos. Agarrando uno a uno desde el extremo superior, se desliza completamente la piel hasta abajo quedando la parte más tierna del calçot al descubierto, que es lo que se come. Un ejercicio que no es baladí y que requiere cierta práctica para no llevarse toda la ‘chicha’ por delante. Una vez conseguido, se moja en salsa romesco, y de ahí, a la boca. Los más puristas insisten en que la salsa no debe ser la romesco, sino que es la salvitjada, muy similar a la primera. Realmente ambas salsas son muy parecidas, aunque esta última no suele llevar vinagre y es un poquito más dulzona que la romesco, que a su vez suele ser más densa.

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Lo habitual, además de pringarse, en un día de calçotada es apostar por un menú cerrado que no solo incluye calçots, sino también chuletillas de cordero, butifarras blanca y negra y el postre. Existen numerosas masías (y cada vez más restaurantes) donde disfrutar de una buena calçotada en Cataluña, como Mas Vinyals, una antigua casona del siglo XIII que sirvió de refugio durante la Guerra Civil, ubicada muy cerca de Vic. Aquí, además de los calçots y la carne, su menú cerrado también incluye algunos platos que cocinan con productos de su propio huerto y siempre de temporada: una tortilla de alcachofas, mermelada de calabacín, una ensalada ecológica... De postre, el famoso flan de la casa acompañado por una coca de anís (recuerda dejar hueco para el postre, ¡merecerá la pena!). Cafés, vinos y algún licor están incluidos en un precio cerrado de 28 euros por persona.

La calçotada es la especialidad de la casa en Masía Bou, en Valls, uno de los restaurantes con más tradición de la región. Su menú cerrado incluye por supuesto los calçots, butifarra de Valls con judías, cordero a la brasa con guarnición y crema catalana de postre. Por 36,50 euros, también incluye bebidas y cafés.

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Sin salir de Tarragona, por 45 € por persona se puede disfrutar de un menú completo de calçots en los privilegiados jardines de La Boella. El ritual en esta preciosa masía del siglo XII comienza con un aperitivo a base de olivas arbequinas de la finca, coca de recapte, dados de queso y fuet acompañados de pan tostado con tomate. Como platos fuertes, los calçots con romesco y la butifarra, morcilla del Perol, longaniza, costillas de cordero, panceta ibérica, patatas de Prades, alcachofas del Prat y el clásico salteado de judías blancas. El menú incluye también un pre-postre, un postre, vinos y cava para acompañar una tradición única, la calçotada.

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TAMBIÉN FUERA DE CATALUÑA

Como comentábamos al principio, las calçotadas trascienden a lo puramente gastronómico, convirtiéndose en un verdadero acto social, una ocasión perfecta para disfrutar de una agradable y divertida jornada con familia y amigos. Ahí reside, sin duda, gran parte de su éxito. Así, no es raro observar cómo incluso fuera de las fronteras de Cataluña también encontramos restaurantes donde es posible probar los calçots, en versiones tanto tradicionales como algo más modernas.

En Mallorca, por ejemplo, el restaurante Classic lleva años importando la tradición catalana a sus fogones a través de platos como los caracoles o los calçots. Para disfrutar de estos últimos también ofrece un menú de calçotada que, por 25 euros, incluye una teja de calçots, butifarra y cordero asado. De postre se puede elegir crema catalana o requesón con miel (las bebidas no están incluidas en el precio).

En Madrid, el restaurante Paradis ofrece su propia versión de una calçotada un poco sofisticada donde lo que le diferencia del resto es que aquí los calçots se sirven rebozados. Pan con tomate, butifarra de payés, pollo, panceta, lomo ibérico o chuletas de cordero completan un menú que incluye postre y bebidas por 35 euros.

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En Hoyo de Manzanares se encuentra el restaurante Calsot, donde se puede disfrutar de una calçotada auténtica gracias a su menú compuesto por ensalada, pan con tomate y embutidos catalanes, calçots con salsa romesco y un combinado de carnes típicas de Cataluña. Se remata con una crema catalana y todo ello se riega con vino o con su famosa sangría de cava.

Desde las huertas de Valls también llegan hasta Zaragoza los tiernos calçots que se cocinan en restaurantes como el Asador Neguri. Su menú, por 32,45 euros, incluye la ya famosa teja de calçots y un segundo a elegir entre costillas de cordero o ternasco asado. Postre y bebidas están incluidas en una jornada gastronómica y social donde ensuciarse y divertirse forma una parte fundamental del evento.

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