Planes 'gastro': Cocido, patatas a la riojana, natillas… ¡deliciosa vuelta a lo clásico!

Año nuevo, cocina de siempre. Nuestra agenda se aleja esta vez de la vanguardia y las nuevas tendencias culinarias para ‘abandonarse’ a los placeres de la cocina más clásica. Un recorrido por diversos restaurantes donde disfrutar de esas recetas llenas de tradición, tan deliciosas como infalibles. ¿Te apuntas a nuestro particular 'back to basics' gastronómico?

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En gastronomía (al igual que sucede en otros muchos ámbitos como el cine, la música, la literatura…) tan sugerente resulta disfrutar de las últimas tendencias y novedades como volver a los clásicos ‘de toda la vida’. Un buen ‘cocido madrileño’ en Madrid; unas caldosas ‘patatas a la riojana’ en Logroño; un delicioso ‘chocolate con melindros’ en Barcelona… Lo que hoy te proponemos es un pequeño recorrido por algunos de los restaurantes donde es posible saborear estos platos llenos de historia y tradición. ¿Nos acompañas?

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Comenzamos en la capital, y lo hacemos hablando de un plato que incluso congrega su propio club de fans: el cocido madrileño. Del mismo modo que no resulta fácil elaborar un cocido perfecto, tampoco es sencillo encontrarlo entre la amplísima oferta hostelera capitalina. La calidad de los ingredientes, la correcta ejecución del preparado o el lugar donde se sirve son sin duda parámetros fundamentales que un buen cocido debe cumplir. Cocinado a fuego lento, el resultado, sobre todo ahora en invierno, no puede apetecernos más: sopa, garbanzos, verdura y carne que bordan en restaurantes como La Bola, un restaurante familiar cuya ya cuarta generación sigue cocinando, y lo hace desde 1870, recetas tradicionales de lo mejor de la cocina castellana. Su plato estrella es, cómo no, el cocido, elaborado como antaño a fuego lento y carbón de encina. Los ‘callos a la madrileña’, el ‘cordero asado’ o la ‘sopa castellana’ son otras de las especialidades de la casa.

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Malacatín es, también en Madrid, otro de los templos del cocido y más de 100 años de historia contemplan las recetas de este tradicional restaurante de la capital donde, cuentan, el secreto está en sus ingredientes. La pringada del tocino de Veta, el chorizo de León, la morcilla asturiana, la gallina en el puchero… y así hasta completar con exquisita pulcritud la receta clásica del cocido madrileño. Merece la pena dejar un hueco para el postre y disfrutar de sus excelentes ‘natillas’, servidas con un punto de canela y bizcocho, como las de toda la vida.

Lo cierto es que en La Rioja no hace falta volver a los clásicos porque, tenemos que reconocer, aquí nunca se han ido. Platos como las tradicionales patatas a la riojana, las chuletillas al sarmiento o un postre tan mítico como ‘viejuno’ como las peras al vino forman parte del ADN gastronómico riojano donde, aunque con innovaciones, sigue imperando una cocina tradicional centrada en el producto.

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Así, ningún amante de la buena mesa que visite Logroño debería perderse un recorrido por los locales de la famosa calle Laurel y probar algunos de sus deliciosos pinchos como los ‘champis’ del Soriano, las ‘bravas’ del Jubera o los ‘embuchados’ (elaborados con las tripas del cordero) del Triskel.

Entre lo más clásico de la oferta culinaria de Logroño encontramos otras direcciones como La cocina de Ramón. Un pequeño restaurante ubicado a escasos metros de la Plaza de Abastos de Logroño, donde se pueden disfrutar platos como unas ‘alubias a la riojana’ (conocidas como ‘pochas’) o unos ‘puerros apañados con aceite y vinagre’. El cocinero Ramón Piñeiro, educado culinariamente al abrigo del chef Francis Paniego ('Echaurren', dos estrellas Michelin) durante más de una década, presenta una cocina clásica, sin estridencias, centrada en lo que da el mercado, lugar al que acude cada mañana para abastecer su restaurante.

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Y no siendo oriundo de esta prolífica región, seguramente la palabra ‘caparrones’ nos suene bastante extraña, pero este tradicional plato riojano, que no es otra cosa que alubias pintas cocinadas con ‘sus sacramentos’ y cocinadas como lo hacen en cualquier casa de comidas de Anguiano, el primer pueblo de la sierra riojana. Buena muestra de ello son las que sirven en el restaurante Valdevenados.

Nos trasladamos ahora al sur para hacer parada en una de las barras con más historia de la ciudad de Cádiz, la del Casa Manteca (Corralón de los Carros, 66). Esta taberna plagada de fotografías, mensajes y recuerdos es el lugar perfecto para tomarse un vino y acompañarlo por una ración que seleccionar entre su variedad de quesos y chacinas donde destacan los famosos ‘chicharrones de Chiclana’. Ubicado en el corazón del barrio de La Viña, el Casa Manteca es mucho más que una buena barra, es un lugar mítico donde parece que el tiempo nunca hubiera pasado y si lo ha hecho, ha sido al compás de los acordes de una guitarra sonando cada atardecer.

Y del sur al norte para sentarnos a la mesa del Mesón Casa Pedro, uno de los mejores restaurantes en Oviedo donde comer un delicioso cachopo, su plato estrella. Esta especie de San Jacobo que durante 2015 experimentó todo un ‘boom’ gastronómico en el resto de España es, en Asturias, su tierra gastronómica natal, un plato clásico y fundamental en la mesa de cualquier casa o restaurante que se precie. Elaborado de forma artesanal, se trata de dos filetes de ternera rellenos de jamón y queso, empanados y fritos. Toda una bomba de sabor, y también de calorías, cuyo secreto, según cuentan, está en el crujiente de su rebozado.

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Ponemos la nota dulce a esta ruta por la cocina más clásica y sencilla en Barcelona, en concreto en Petrixol. La calle más dulce de la Ciudad Condal desprende un inconfundible olor a chocolate con melindros (tradicionales bizcochos) y ha sido históricamente frecuentada por literatos y artistas como Dalí, a quien era sencillo verle en la Granja Dulcinea, uno de los establecimientos con más historia de la calle.

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Inaugurada en 1947 también Granja la Pallaresa (Carrer de Petritxol, 11), que comenzó siendo una vaquería, es otro buen lugar donde disfrutar de un humeante chocolate y de otro de los productos típicos de Barcelona, conocido como la ‘menja blanca’, un dulce de origen medieval a base de leche, azúcar y crema de almendras. Deliciosamente antiguo, como cualquier plato de este recorrido gastronómico.