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Santander es estos días una de las citas imprescindibles para los amantes del arte de la lidia. La plaza de toros de Cuatro Caminos vive sus tardes de gloria en estas jornadas de feria, en las que los grandes nombres del toreo conquistan al público y le hacen soñar. Si unimos una buena faena con la mejor música, el éxito está asegurado. Eso es lo que logró Enrique Ponce que de nuevo encandiló a los aficionados con una gran faena a la que incorporó la música de La Misión, compuesta por Morricone, una banda sonora perfecta para un "baile" impecable con el capote. Todo un despliegue de sensibilidad y maestría.
Salió a hombros el maestro en medio de una multitud apasionada por lo que había vivido en la plaza, el mismo coso taurino que se vino abajo con los aplausos y le otorgó de nuevo la gloria que merece (y tres orejas). En el tendido se vivió una tarde inigualable y algunos rostros conocidos no se quisieron perder esta cita que no olvidarán nunca. Luis Alfonso de Borbón se acercó a felicitar a su amigo entusiasmado. Desde la barrera, le dio la enhorabuena después de que Ponce diera la vuelta al ruedo, esta vez con otra banda sonoroa formada por los aplausos y los vítores que casi echan abajo el coso. Una excelente manera de medir el cariño del público.
Estaba además otro maestro de la lidia española Juan Antonio Ruiz Espartaco, que sabe también lo que se siente frente a un toro, y Carmen Ballesteros Botín, hija de Severiano, a la que Ponce brindó un toro. Una tarde dorada para los amantes de este arte, una tarde en la que brilló el maestro, una tarde que ha quedado escrita para siempre en la historia del toreo.
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